jueves, 13 de octubre de 2016

Justiniana, la ventera

Por Hernando Vanegas Toloza.

  1. Nadie sabe cuando llegó al pueblo. Ni cuando ni cómo. Apareció un día caminando sus callecitas polvorientas y lo recorrió todo. Se extasió contemplando el discurrir del anchuroso río que allí pareciera que fuese más ancho y más caudaloso. Observó sus corrientes y sus remolinos. Miró admirada el muelle colonial, con sus escalinatas y la plataforma que sirve de embarcadero. Imaginó cuánto sudor le costaría a los pobres negros e indios que esclavizados trabajaron en su construcción, cuánta sangre, cuántos muertos... Caminó oliendo, impregnándose del olor del río y sudó el sudor frío y pegajoso que produce el calor canicular del mediodía. Subió las escalinatas una a una, hasta completar las cincuenta y dos. Una vez arriba se sintió empequeñecida por la inmensidad y la solemnidad de la Iglesia de la Virgen de la Candelaria, la patrona del pueblo. Leer más...

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